viernes, 28 de noviembre de 2014

LAS DIETAS ALCALINAS A EXAMEN. ¿ES CIERTO TODO LO QUE PREDICAN?


Como bien saben los que me conocen, yo no soy nada partidaria de las dietas restrictivas, las dietas con nombre propio, las dietas milagro… En definitiva, estoy en contra de todas esas dietas que se acaban poniendo de moda por algún motivo u otro. Sinceramente, creo que la alimentación no es una moda. Nuestra alimentación es algo muy serio, es la base sobre la que se sustentan nuestra salud. No me gusta ver cómo la gente se inventa todo tipo de dietas con el objetivo de llamar la atención de todos aquellos que se obsesionan con perder peso y, en muchas ocasiones, de sacarles dinero.
Una dieta de la que cada vez estoy oyendo más hablar es la dieta alcalina, una dieta que está en auge porque algunas celebrities de Hollywood han asegurado que es su truco para mantener un físico estilizado.
Para los que todavía no hayáis oído hablar de ella, la dieta alcalina se basa en consumir alimentos que optimicen el equilibrio de nuestro pH corporal. Para lograrlo hay que evitar consumir carne, lácteos, dulces, cafeína, alcohol y alimentos procesados y consumir más frutas y verduras, frutos secos y semillas.
Según abogan los partidarios de esta dieta, mediante la alimentación se pueden controlar las reacciones ácidas que se producen en nuestro organismo al hacer la digestión, respirar y eliminar líquidos, grasas y toxinas entre otras. Aseguran que “con una dieta adecuada, los niveles de ácidos en el organismo serán los correctos, nuestros órganos funcionarán de manera óptima y ayudarán a conseguir el peso perfecto y a retrasar el envejecimiento celular”.

Vale, la teoría es muy bonita. Pero antes de hacer caso a ciegas de todo lo que se dice, ¿por qué no analizamos qué hay de cierto en esta teoría?
Para comenzar, hemos de tener en cuenta que en nuestro cuerpo hay distintos niveles de pH. Nuestro estómago es muy ácido (necesario para descomponer los alimentos y eliminar posibles agentes patógenos), nuestra piel es ligeramente ácida y nuestra sangre es levemente alcalina. Según los defensores de este tipo de dieta, debemos de mantener el pH de la sangre alcalino para que nuestro cuerpo funcione correctamente. Pues sí, en esto estoy totalmente de acuerdo.
Pero de ahí a asegurar que el consumir alimentos ácidos (¡ojo! Un alimento no se considera ácido por su sabor, sino por su composición. Para sorpresa de muchos os informo, el limón es alcalino) hace que se rompa el equilibrio del pH de nuestra sangre, volviéndola ácida hay un mundo. Y no sólo eso, también aseguran que esto da lugar a enfermedades como osteoporosis y cáncer…
Vamos a pensar una cosa: si aceptamos que los alimentos que ingerimos son capaces de alterar el pH de nuestra sangre, de manera que si consumimos alimentos ácidos disminuye este pH, por la misma regla de tres hemos de aceptar que consumir alimentos alcalinos aumenta el pH de nuestra sangre. Si lo primero es peligroso, lo segundo también, si el pH de nuestra sangre se vuelve demasiado alcalino podemos sufrir alcalosis. El hecho de que los partidarios de la dieta alcalina sólo hablen de los “peligros” de consumir alimentos ácidos me parece, como mínimo, sospechoso.

A este respecto, he de aclarar que nuestro organismo no regula el pH de nuestra sangre a través de nuestra alimentación. Asegurar lo contrario es una barbaridad. Nuestro organismo tiene sus propios mecanismos para mantener el pH en sus niveles óptimos. Estos mecanismos son los líquidos corporales (tanto extra como intracelulares), los pulmones y los riñones. Si nuestro sistema linfático, nuestro sistema respiratorio y nuestro sistema renal funcionan correctamente, nuestra sangre mantendrá su pH en los niveles adecuados comamos lo que comamos.
Seguro que más de un partidario de la dieta alcalina me aseguraría que esto es mentira y que puede probar que el pH de nuestro cuerpo varía según lo que ingiramos. Para probarlo me traería una tira para medir el pH de la orina. No sé por qué, los partidarios de este tipo de dieta piensan que si la orina está ácida el cuerpo está ácido y, por tanto, desequilibrado. Creo que deberían saber que el pH de la orina no tiene nada que ver con el pH de la sangre. Si la orina es algo más ácida de lo normal quiere decir que los riñones están funcionando correctamente y que están eliminando los ácidos naturales que se producen en los procesos metabólicos del cuerpo. Y, a ver, sí. La alimentación influye directamente en el pH de la orina, pero éste no tiene nada que ver, ni nos da ningún tipo de información sobre el pH de la sangre.
Otra teoría de esta dieta que creo que hay que desmentir: “las dietas ácidas provocan osteoporosis”. Esta idea está basada en el hecho de que al consumir dietas ricas en productos ácidos se elimina más calcio en la orina. Los partidarios de estas dietas aseguran que este calcio extra que se elimina proviene de los huesos.

Vamos a tomar por ejemplo la carne magra, un producto considerado ácido según los partidarios de esta dieta. Un producto a evitar según sus partidarios. Pues bien, deberíais saber que la proteína ayuda a la absorción del calcio que consumimos, por lo que asegurar que consumir carne nos puede provocar osteoporosis es algo contradictorio, ¿no creéis? Yo soy más partidaria de creer que el calcio que se elimina en la orina es el calcio excedente, el que nuestro organismo no necesita.
De hecho, hay estudios que demuestran que consumir más proteína aumenta el calcio en la orina, pero no produce cambios en el balance global de calcio en el organismo. Esto indica que el calcio que se elimina por medio de la orina no proviene de los huesos.
Por otro lado, también hay varios estudios que demuestran que es necesario ingerir proteína animal para la correcta regeneración de los huesos, ya que estos están compuestos en parte de proteína (cartílago).
Otra afirmación que hay que coger con pinzas: “un entorno ácido favorece el desarrollo del cáncer”. Lamento comunicaros que aquí estáis confundiendo causa y efecto. No es que un entorno ácido favorezca el desarrollo del cáncer, es el cáncer el que genera un entorno ácido a su alrededor. Además, esta afirmación se sigue basando en la idea de que se puede cambiar el pH de nuestra sangre y nuestros tejidos por medio de la alimentación, y eso es algo que, como ya hemos visto, es falso.

¿Podría decir algo positivo de la dieta alcalina? Sí. Puedo afirmar que, de todas las dietas que he analizado últimamente, ésta parece la más sana. El hecho de promover el consumo de fruta y verdura y de prohibir el consumo de azúcares refinados y alcohol es un punto a su favor. Pero, sinceramente, jamás seguiría una dieta, por muy sana que sea, que se base en afirmaciones erróneas, y esta dieta, como todas las demás dietas con nombre propio, lo hace. No se pueden crear falsos mitos ni hacer que la gente coja miedo de determinados alimentos que son muy necesarios para nuestro organismo como son las carnes, los pescados, los huevos y la leche, entre otros.

Así que, sintiéndolo mucho por todos aquellos que defendéis la dieta alcalina, tengo que decir que a mí no me convence. La meto dentro del cajón de las dietas restrictivas. Si aceptáis un consejo, de entre todas las dietas, escoged la dieta más equilibrada, la más sana: la dieta mediterránea. J

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