domingo, 14 de junio de 2015

LA BÁSCULA. UN GRAN ENEMIGO


Más del 90% de la población tiene, en algún rincón de su casa, una báscula. Ese aparato cada vez más ligero y compacto que te dice exactamente cuánto pesas. Estoy segura de que muchos de vosotros tenéis una, ¿a que sí? También estoy segura de que, si no todos, la gran mayoría de vosotros, os pesáis todos los días, y, algunos, más de una vez al día.
Por otro lado están los que no tienen báscula pero acuden a la farmacia más cercana a pesarse. Muchos lo hacen varias veces por semana. Éstos se fían muchísimo más de la báscula de farmacia porque te dice cuánto deberías de pesar conforme a tu sexo y tu estatura.
Ahora me gustaría que pensaseis en cómo os sentís antes de subiros a la báscula (ya sea la vuestra propia o la de la farmacia). Muchos se ponen nerviosos pensando aquello de “¿habré bajado peso desde la última vez?” (aunque esa vez haya sido hace un par de horas), o “con todo lo que cené anoche habré engordado, seguro”, o incluso “con todo lo que he hecho hoy en el gimnasio tengo que haber perdido peso, seguro”. Pensadlo, ¿quién no ha subido alguna vez a una báscula intentando flotar para pesar menos?
Visto desde fuera parece cómico, ¿verdad? Pero, si os paráis a pensar, llega a ser preocupante. Hoy en día, casi nadie disfruta de la comida. Cada vez menos gente disfruta como es debido de la actividad física (muchos comienzan a hacer deporte, no por diversión, sino por ver disminuir los dígitos en su báscula). La gente vive cada vez más estresada por los números que marcan esas dichosas máquinas.
El objetivo del post de hoy es que empecéis a dejar de utilizar esos aparatos, que más que unos aliados se han transformado en uno de nuestros peores enemigos.
Son incontables las veces que me dicen aquello de “me sobran X kilos, ¿qué puedo hacer para perderlos?”. Lo más preocupante es que, la gran mayoría de las personas que me lo dicen, no necesita perder ni un gramo. Bien al contrario, muchos de ellos necesitarían ganar un poco de peso. Pero, por lo general, la gente tiende a hacer más caso a la báscula de una farmacia que a los profesionales del sector.
Vamos a pensar en los datos que se introducen en la báscula de una farmacia cuando vais a pesaros. Se introduce la estatura, el sexo y, en algunas, la edad. A partir de esos datos, basándose en unos parámetros generalizados, la báscula te dice si estás por encima o por debajo de tu peso ideal.
¿Os soy sincera? La expresión peso ideal me parece odiosa y manipuladora. Como ya he dicho, estas máquinas calculan ese peso ideal basándose en parámetros generales. Ahora, como nunca me cansaré de decir, cada persona es un mundo. No podemos pretender que dos personas, simplemente por ser del mismo sexo y medir lo mismo hayan de pesar lo mismo. NO. En nuestro peso corporal intervienen muchos factores, entre ellos nuestro estilo de vida (es totalmente imposible que pesen lo mismo una persona que trabaja sentada en una oficina y una que trabaja en la obra, por ejemplo. Ni una persona que se pasa el día sentada en el sofá y una que realiza actividad física a diario).
¿Verdad que las básculas de farmacia no os preguntan en qué trabajáis, ni las horas de actividad física que realizáis al día, ni el tipo de actividad que realizáis? Para mí, esto es la prueba de que el peso que marcan no es, ni de lejos, el ideal. Lo malo es que ese concepto (peso ideal) se graba tan a fuego en la cabeza de la mayoría que la gente se obsesiona por conseguirlo, llegando a hacer verdaderas locuras (saltarse comidas, sustituirlas por batidos/barritas…).
Ahora me gustaría que pensaseis una cosa: la industria farmacéutica obtiene grandes ingresos con la venta de productos adelgazantes (batidos y barritas sustitutivas, cremas, cápsulas…). Si os hacen creer que necesitáis perder peso para estar ideales, ¿qué es lo que haréis nada más bajar de la báscula? Dirigiros al farmacéutico de turno para comprar esos productos tan caros y, en la mayoría de los casos, tan poco efectivos.
Sí, aunque suene duro es así. Juegan con nuestra mente para ganar dinero. Así, si me permitís un consejo, si queréis pesaros, nunca lo hagáis en lugares en los que se vendan productos adelgazantes. En la gran mayoría de ellos os harán creer que estáis por encima de vuestro peso ideal.
Pero no vayáis a pensar que las básculas que tenéis en el cuarto de baño o en la habitación son mejores. Éstas pueden hacer que os obsesionéis tanto o más con vuestro peso.
Tener una báscula tan a mano, que encima te pesa gratis, es la excusa perfecta para pesarte cada día conforme te levantas, ¿a que sí? Y, ¿a que muchos de vosotros se pesa varias veces al día? Sed sinceros, ¿cuántas veces os habéis saltado la merienda o la cena porque pesabais más por la tarde que por la mañana?, ¿cuántas veces habéis salido a correr durante horas u os habéis machacado en el gimnasio por la misma razón?
Cuidado. Nuestro peso puede fluctuar en cuestión de horas, sí, pero eso no significa que nos hayamos vuelto obesos de repente. El peso puede fluctuar por mil razones (estrés, cansancio…), sobre todo si eres mujer. Aunque no nos guste, hemos de admitirlo, las mujeres somos bombas hormonales. Sufrimos cambios hormonales muy fuertes a lo largo del mes (pre-ovulación, ovulación, post-ovulación, pre-menstruación, menstruación, post-menstruación). Así, en cuestión de horas, podemos pasar a pesar hasta viarios kilos más. Y, si a esto le sumamos el estrés del día y el cansancio, os podéis imaginar, ¿no? Así que, por favor, empezad a quitaros esa manía de pesaros cada día a cada hora. No sirve para nada más que para obsesionaros con algo que no tiene la menor importancia.
Sí, como lo leéis. Nuestro peso corporal no tiene tanta importancia como se le da en los medios de comunicación. No sé por qué todo el mundo se empeña en que debemos de pesar poco.
Muchas alumnas han venido asustadas últimamente por aquello de “desde que vengo al gimnasio he engordado”. Y me cuesta muchísimo hacerles ver que ganar peso no es engordar. Engordar es ganar volumen, no peso y adelgazar es perder volumen, no peso. Así, podemos ganar peso y estar adelgazando. Es lo que suele pasar cuando empiezas a hacer alguna actividad física. Quemas grasa, que desaparece de tu cuerpo haciéndote perder volumen. Pero la grasa apenas pesa, por lo que esa pérdida casi no se ve reflejada en la báscula. Pero a la vez que quemas grasa, aumenta el tono de tus músculos, algo que no te hará ganar mucho volumen pero que te hará subir peso (el músculo magro pesa mucho más que la grasa). Esto hará que el número que aparece en la báscula aumente un poco.
Ahora, si veis que la ropa os sienta cada vez mejor, que estáis cada vez menos flácidos y más tonificados y firmes, si os sentís cada vez más ágiles… ¿No creéis que ésta es señal suficiente para saber que estáis haciendo las cosas bien, digan lo que digan las básculas? Para mí, esto es lo importante.
Como suelo decirle a mis alumnos: tirad las básculas, o regaládselas a vuestro peor enemigo. No os peséis, sólo vais a lograr obsesionaros y agobiaros, en la gran mayoría de casos, sin motivo.

Sé que es difícil, pero intentadlo. Dejad de darle importancia a ese número que aparece en la báscula y empezad a hacerle más caso a cómo os sentís y a cómo os sienta la ropa. Disfrutad de una dieta sana y equilibrada, disfrutad de la actividad física que más os guste y, creedme, disfrutaréis de un buen cambio en vuestro cuerpo sin necesidad de pesaros. Intentadlo, vuestra salud os lo agradecerá. J


Para cualquier consulta: mejorsiesconsalud@gmail.com

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